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domingo, 1 de septiembre de 2013

Escritura, medios de comunicación y sociedad: el poder de la palabra



Breve reseña histórica de los distintos soportes de cada época


“Toda revolución pasa por la apropiación del lenguaje”
                                                                 Simone Weil
“Las palabras ejercen un poder: hacen ver, hacen creer, hacen actuar”
                                                                     Pierre Bourdieu



  El anuncio publicitario más antiguo que se conoce es el “Papiro de Tebas”, que se remonta a 3000 años a.C., en Egipto y que hoy se conserva en el Museo Británico de  Londres.
En la antigüedad de Roma se utilizaron, para los reclamos escritos, los albas, que eran tablones de anuncios permanentes y los libellis que cumplían la función de los actuales carteles y se ubicaban a la entrada de las tiendas o en las calles.

  En Grecia los ejes económicos eran el comercio y las polis (ciudades), donde el ágora tenía un papel relevante debido a que allí se reunían las personas para debatir, aprender,  socializar y fue en torno a ella donde surgieron los primeros soportes para mensajes y anuncios y todo tipo de información. Los mismos estaban realizados en papiros, piedra, madera o hierro. Cabe destacar que el código de leyes de Solón (estadista griego) fue inscripto en paralelepípedos de madera denominados axones. Es importante señalar, dentro de la misma geografía, algunos conceptos acerca de la “palabra” que  esgrimiera Gorgias (uno de los sofistas, maestros de la retórica, 485-380 a.C.): “La palabra tiene un enorme poder. A pesar de que su cuerpo es diminuto e invisible, lleva a cabo las más divinas empresas: es capaz, en efecto, de apaciguar el miedo y de eliminar el dolor, de producir la alegría y de excitar la compasión”. El maestro sostenía también que “el dictador es la palabra”, “la palabra es un instrumento de manipulación y de dominio, puede persuadir y engañar…” “quien domina la palabra dispone de un elemento de dominación de las almas”. 
  Pictogramas, combinaciones de pictogramas, jeroglíficos, síntesis de signos, ideogramas, escritura cuneiforme, logogramas, se incidían, grababan, marcaban a punta seca sobre arcilla, madera, cera, piedra. Se dibujaba, pintaba, caligrafiaba la escritura con sustancias fijadoras, tintas, pinturas, sobre papiros y pergaminos: con todos estos elementos (y otros) se ha construido la civilización a lo largo del tiempo, dentro de los sistemas alfabético, logográfico, silábico, etc., y han servido como base de la historia documentada. De hecho, el primer enciclopedista, Plinio“el viejo”, de Roma, aseguraba que: “la inmortalidad del hombre dependía de que sus ideas perduraran en un papiro”. La necesidad de expandir las técnicas y también, debido al estatus que otorgaban los libros, aumentó el consumo de papiros y, además, comenzó a usarse el pergamino, que era un material más costoso y que podía plegarse. Esto dio origen a los primeros libros, más prácticos, los códices en los monasterios católicos reemplazaron a los rollos que usaban los judíos, para marcar una diferencia.

    La Edad Media es el período histórico de la civilización comprendido entre los siglos V y XV. Comienza con la caída del Imperio Romano en Occidente y termina con la Conquista de América, la creación de la Imprenta y el fin de la Guerra de los Cien Años. Se trata de una etapa con una cosmovisión teocéntrica, donde el hombre está condenado a no conocer la verdad objetiva. La única posibilidad de conocimiento era monopolio de la Iglesia Católica. Los seres humanos viven sujetos y dominados por mitos, supersticiones y leyendas dentro de un mundo que se supone que “es” según el plan de Dios.
La práctica escrita pasó a manos de los monjes, con sus manuscritos y lecturas en voz alta para unos pocos. Los comentarios, actas, anales históricos en los que aparecían leyes, pero también noticias sobre la sociedad, informes portuarios y comerciales, comenzaron en Roma como cimientos del periodismo y propiciaron este tipo de publicaciones por toda Europa dando origen a las primeras gacetas manuscritas. En el sXII el papel desplaza al pergamino y aparece el libro moderno.
  En 1450 nace la Imprenta y, con ella, la prensa y los medios de comunicación. La publicidad es en esencia comunicativa y se entiende como una serie de acciones emprendidas por personas para dar a conocer sus productos y noticias a la comunidad en forma persuasiva.
 La cosmovisión en la modernidad es global y antropocéntrica, donde aparecen metas y los caminos para llegar a ellas. El mundo es la representación que el hombre se hace de él, es lo real en su conjunto. En esta etapa se hace una crítica a la hipocresía de las morales dominantes, al autoritarismo religioso, al mito y a las supersticiones. Es el tiempo de la emancipación del pensamiento, del surgimiento de las ideas de justicia, pueblo, soberanía y desigualdad paralelamente al saber, al pensar, al poder de autor: hay un nuevo orden establecido por la razón y la libertad humana.
  Al principio la prensa se dedicaba a la producción de libros y compendios. A partir del sXV empiezan a aparecer panfletos con noticias sobre desfiles, victorias militares, funerales, etc. Paulatinamente la imprenta paso a confeccionar decretos oficiales, proclamaciones y avisos. Los problemas político-religiosos dieron lugar a la producción de propaganda tanto ordinaria como sofisticada y, luego, a todo tipo de publicidad. En la Inglaterra del sXVIII pequeños impresores produjeron billetes, carteles, direcciones electorales, respuestas de candidatos a oponentes, marcando el inicio de la “opinión pública”. Con respecto al tema,  J. Habermas sostenía  que, debido al caudal de nuevos lectores, se fueron desarrollando, paralelamente, sociedades y clubes de lectura, como también cafés y salones de té, lugares en los que se leían noticias y se armaban debates políticos. También, el mismo autor, decía que las noticias se habían transformado en mercancías respondiendo a las leyes del mercado. Algunos productos eran publicaciones periódicas: almanaques y calendarios todos diferentes. Después se incorporaron anuncios publicitarios, noticias financieras y políticas de actualidad, dando origen a los auténticos periódicos. Seguidamente aparecieron distintas formas de censura, competencia desleal, licencias exclusivas en manos de los gobiernos. En el sXVII, el Edicto de Nantes fue la cuna de una prensa contraria al absolutismo de Luis XIV. 

  Por toda Francia, durante la Ilustración, proliferaron los periódicos y la propaganda con reproducciones de los Affiches de Lyon: anuncios de alimentos, salas de conciertos, exposiciones, propagandas políticas, dentro de soportes novedosos con obras de grandes pintores. Si bien en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano se expresa claramente que: “la comunicación libre del pensamiento y la opinión es uno de los más preciados derechos del hombre”, la libertad de prensa se extinguió por sus propios excesos.
  El periódico apareció como una necesidad en el momento del auge del ferrocarril, el barco a vapor, la hélice: las noticias rápidas se volvieron indispensables. Se vivió una verdadera aceleración de la historia, con el desplazamiento de la nobleza por parte de la burguesía, el surgimiento del proletariado y la “cuestión social”. Se podía hablar de la prensa como el “cuarto estado”, tan temido por las clases políticas en tiempos electorales. En Inglaterra hubo una feroz lucha para terminar con la prensa de los más pobres, pero, finalmente, en Francia, Émile de Girardin lanzó una suscripción a mitad de precio, que contenía novelas a entrega (como Robinson Crusoe de Defoe en Gran Bretaña) de Lamartine, Víctor Hugo, Balzac, entre otros.
 
 

  A fines del sXVIII, con la doble revolución (industrial y francesa), emerge y se consolida lo que conocemos como modernidad, donde convergieron tres procesos históricos: la era de la revolución, la era del capital y la era del imperio. Giddens reconoce cuatro dimensiones institucionales de la modernidad: la primera dimensión es el capitalismo; la segunda el industrialismo, que es un capitalismo industrial; la tercera es la de los estados nación; la cuarta es la sociedad de vigilancia, en la que el hombre vive vigilado, condicionado y regulado. Entonces, he aquí la gran pregunta que tiene que ver con el problema del poder, de los dueños de la palabra, de los ojos vigilantes: ¿Porqué si para la burguesía, que sostenía que el orden social feudal era irracional y proponía un reordenamiento de los principios y leyes de la razón, el progreso, que debió servir para iluminar la mente humana devino en todo lo contrario? La capacidad creativa y crítica del hombre se ve amenazada por el desarrollo de una sociedad que ha cambiado los fines por los medios y convirtió a la razón crítica en un instrumento para lograr objetivos que esa razón no entiende, tales como el consumismo,, el hambre, el racismo, las guerras, el desempleo.
  Con el objeto de entender y dilucidar el avance manipulatorio sobre la sociedad, estudiosos coincidieron en Escuelas de Pensamiento (Escuela de Frankfurt, Escuela de Birmingham) y se opusieron a ese orden positivo y, además, afirmaron que la sociedad burguesa oculta las contradicciones inherentes que se producen dentro del liberalismo burgués, donde el proceso civilizatorio se entabla como relación entre la dialéctica y el mito con la Ilustración. De esta manera, la mitología se había constituido en un intento de dominio de la naturaleza: las nuevas ideas quisieron despojar a la sociedad de esas creencias, pero inventaron las suyas propias: la demencial teoría nacionalsocialista que sostenía el mito de su superioridad sobre otras razas. El pensamiento crítico fue eliminado por el “monstruo” de los medios masivos de comunicación, el capitalismo industrial y el nacionalsocialismo, quienes propiciaron una sociedad de masas culturalmente manipulable, obediente, que aceptaba la dominación y la explotación del hombre por el hombre y donde los avances tecnológicos estuvieron al servicio de la muerte y la enajenación. Horkheimer y Adorno manifestaban que la razón en manos del nazismo devino en una razón instrumental que llegó a planificar sistemáticamente  la muerte en los campos deconcentración.



  Ahora bien, como los sucesos ocurren simultáneamente, de acuerdo a las palabras de Karl Marx : “Las ideas imperantes son las de la clase social imperante”, era el contexto donde la prensa y la publicidad se movían y avanzaban (dentro de todos sus soportes). A fines del sXIX se popularizaron y desarrollaron los periódicos. Las empresas de medicamentos, industrias químicas, alimenticias, etc., crecieron a partir de las publicidades que aparecían en diarios y revistas. Más adelante surgieron las etiquetas, útiles para destacar el origen noble de los productos, o para expresar la solución a los problemas de los clientes. Otra novedad fueron los carteles luminosos y las mejoras en las técnicas de impresión.
  Con la llegada de la radio, el cine y la televisión, la escritura sigue apareciendo a través del relato del locutor y la industria publicitaria se ve obligada a mejorar sus estrategias comerciales. El mundo empresarial se fortalece paralelamente al de la comunicación: es allí cuando se crea una personalidad particular para cada producto anunciado. En las décadas del ’40, ’50 y ’60 se habla de clases sociales, estilos de vida, niños y mujeres, hombres y ancianos y, a cada uno, le tiene que llegar el mensaje apropiado. En los ’70 y ’80 existían demasiados soportes para colocar los mensajes publicitarios, de noticias sociales, políticas o culturales. En los ’90 se temió por la desaparición de las pautas publicitarias debido a la proliferación de aparatos de video, con la posibilidad de grabar las emisiones sin cortes. 
  En la actualidad, los soportes tienen que ver con la función que pretendan cumplir los medios. Puede tratarse de una función económica, sustitutiva, desproblematizante, conservadora, estereotipadora. Precisamente, es la industria cultural, expresión que utilizan por primera vez Adorno y Horkheimer en la “Dialéctica de la Ilustración” en  lugar de “cultura de masas”, la que indica qué es válido y qué no lo es. Se trata de un filtro que apela a las pulsiones más primitivas del hombre: sexo y violencia. La estandarización de los contenidos genera mediocridad, que se acepta y se toma como natural: novelas, radios, publicidades, noticias, aparecen con sus mensajes ocultos invadiendo los espacios de ocio, único momento disponible para desplegar la capacidad creativa y crítica. De aquí surge otra pregunta: ¿cómo hace la burguesía, qué mecanismos ideológicos estructurales usa para legitimar la desigualdad social y convertir su cultura de clase en cultura universal? Roland Barthes  sostiene que el proyecto de la modernidad se construyó destruyendo los mitos y es tan mítica como la vieja sociedad feudal que los fundó. Además cree que estos mitos se producen y reproducen en los medios masivos de comunicación, el mito orienta el deseo hacia determinado producto de consumo instalado en las publicidades a través del texto verbal que es lo que le confiere sentido a la imagen. Para desmontar esos mitos es necesario historizar, porque historizando se cae toda la simbología. Por último, Barthes destaca que la burguesía se vale de los medios porque éstos reproducen la palabra y, el que controla la palabra controla lo que se puede y lo que no se puede pensar.
  Es importante señalar también, que, la parte más movilizadora de los medios masivos de comunicación, radica en los cambios evolutivos de la sociedad, dentro de la cual, los distintos grupos sociales van tomando conciencia de su diversidad y exigen, cada vez con mayor convicción, que se cumplan sus derechos y sus libertades individuales. Es decir, no existe ya una masa receptora de mensajes que proceda como respuesta al mismo, ineludiblemente: la industria cultural está ligada tanto al discurso dominante como a la realidad, de manera que la audiencia no incorporará a sus hábitos nada que no la gratifique o que no haya estado latente en ella previamente a la emisión discursiva.  
  Con respecto a la era digital, a partir de los años ’90 este medio pasa de un uso exclusivamente militar y científico a uno popular e internacional. La Web provee una constante actualización de la información y es de fácil (y gratuito) acceso a las noticias, virtud que la hace más convocante. Existen prejuicios contra la inclusión de textos informativos por este sistema, sin embargo, los mismos manuscritos medievales tenían conexión, años luz, con la combinación hipertextual: los distintos tamaños de letra, caligrafía, ilustraciones, márgenes. El hipertexto conecta el texto verbal con la información no verbal y, dentro de ese ámbito, el lector manipula y procesa su lectura. También están incluidos los mapas que dan cuenta de los nexos y sus contenidos y de cómo llegar a ellos. O sea, según García Canclini: “se reorganizan los modos de acceso a los bienes culturales y las formas de comunicación”. Finalmente referiremos algunas palabras de Ramonet durante una conferencia de prensa realizada en Buenos Aires en 1999: “la comunicación se caracteriza por ser veloz, abundante y por ser una mercancía, por lo tanto, obedece más a las leyes del mercado que a las de la información y se ve sometida a una regulación de tipo mercantil.”  Además sostiene que, en una sociedad donde la información es sobreabundante se termina desinformando.
  Hay muchas y variadas opiniones sobre la atomización, fragmentación, dispersión y deslineamiento de los nuevos textos digitales, pero es la actualidad, es lo que se está viviendo y aún no se sabe hasta dónde son capaces de llegar.  Sin duda, el tema tratado resulta inagotable debido a la gran afluencia de opiniones acerca del poder de la palabra que han atravesado la historia. Sin embargo no es difícil establecer analogías conceptuales con respecto a las posiciones adoptadas por Gorgias, Horkheimer, Barthes, por nombrar algunos intelectuales mencionados en el artículo. Se ha visto que la palabra y el pensamiento son poderosos instrumentos de transformación y, parafraseando a Bourdieu, los diarios juegan su juego dentro del campo del periodismo.

v  Fuentes bibliográficas

Nicolás Casullo, “La modernidad como autorreflexión”
Roland Barthes, “Mitologías” (II El Mito, Hoy)
Mauro Wolf, “La investigación de la comunicación de masas”, crítica y perspectivas (La teoría crítica)
Eduardo Weisz, “Pierre Bourdieu: la globalización como mito”
Esteban Magnani, “Historia de la comunicación” (2. La escritura)
Henri-Jean Martin, “La imprenta” (La evolución del libro/ La prensa periódica y los periódicos/ La prensa popular y la explosión de la imagen)
Frédéric Barbier, Catherine Bertho Lavenir, “Historia de los medios: de Diderot a Internet” (Introducción: Los medios tienen una historia)
George P. Landow, “Hipertexto” (Texto verbal y texto no verbal)
Silvana Comba y Edgardo Toledo (compiladores), “Comunicación y periodismo”, Entrevistas sobre tecnologías/ identidades/ culturas (La comunicación en la cultura, Jesús Martín Barbero)
      Ignacio Ramonet, “Globalización de la información y concentración de la propiedad       
      de los medios”, conferencia.


 



 





 









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