Por Mariana Carrazana
Desde la invención de internet hasta nuestros días, el lugar
del libro en la vida diaria ha mutado vertiginosamente. En la época actual,
puede encontrarse casi cualquier escrito en la web, lo que ha dado lugar a una
serie de cambios en la industria editorial, como la desaparición de editoriales,
y cambios radicales en el catálogo. En este artículo, utilizaremos el término
libro como “Obra científica, literaria o de cualquier otra índole con extensión
suficiente para formar volumen, que puede aparecer impresa o en otro soporte”.
Estos cambios suceden
por el hecho de que ya no es necesario
comprar un libro para leerlo, y se ha perdido en parte el hábito de lectura de
materiales extensos, al ceder su espacio a las imágenes, contenido audiovisual
y el boom del texto corto. Posiblemente, si alguien se encuentra con un texto
largo en una página web, lo más probable es que no lo lea completo. Este
fenómeno ha sido marcado, además, por redes sociales como Twitter que
literalmente hizo de su marca el resumir ideas en ciento cuarenta caracteres. A pesar de esto, el uso masivo de redes
sociales hace que el compartir obras con amigos sea mucho más sencillo, incluso
aunque en algunos casos sea ilegal.
El lector habitual de
páginas de internet tiene además la característica de consumir otro tipo de
lecturas que aquel acostumbrado al libro impreso. Se trata de blogs, periódicos
online o materiales compartidos en redes sociales. Lo que cambia en esos casos
no es la calidad del material, sino el público al que están orientados, ya que
sería difícil encontrar el mismo artículo que se publica en un blog especializado en un
tema particular, en alguna edición física. Una de las diferencias radica en que
en estas publicaciones personales no suelen tener fuentes absolutamente
confiables, por lo que si no son de opinión, sería complicado lograr que un
sello editorial acepte su publicación.
Es en ese sentido de la no profesionalización que el auge de
internet ha ayudado a escritores amateur o principiantes a ganar cierto
reconocimiento durante sus inicios, aunque no sea en todos los casos un
renombre masivo. Además de esto, la gran ventaja de publicaciones personales en
internet en vez de por medio de una editorial, es que la web es libre: no hay
censuras ni líneas de opinión. Dado el carácter de red, existe además la
posibilidad de saber qué repercusiones generó en el lector, ya que se puede
agregar la opción de ‘feedback’ o
respuesta.
A pesar de esto, durante el transcurso de los últimos años han crecido exponencialmente las ventas
de dispositivos específicos para la lectura de e-books, ya que los hábitos de
lectura no han muerto: han evolucionado. Aquel lector educado en la cultura de
la lectura de libros impresos, sigue eligiendo la versión física, pero también
la digital. Según un estudio de la Pew Research Center's Internet &American Life Project, aquellos que
poseen algún dispositivo electrónico para acceder a e-books, leen diariamente
más que aquellos que solo recurren al texto impreso. Algunos de los motivos de
este fenómeno son, por ejemplo, que pueden ser leídos tanto en una computadora,
como en una tablet, kindle, o celular, lo cual los hace más fáciles de
transportar para leer durante trayectos de viajes o diferentes lugares. La
portabilidad es uno de los mayores beneficios de las ediciones digitales, ya
que además se pueden compartir fácilmente con un solo click.
Los estudios del Pew también señalan que los usuarios
habituales de e-books en dispositivos móviles los prefieren porque se puede
tener al alcance de la mano una gran cantidad de títulos para elegir, sin la
desventaja del peso o espacio necesario que conlleva el soporte físico. Las stadisticas afirman que el lector
medio de libros electrónicos supera al de libros físicos, ya que lee 24
volúmenes al año, el doble que los lectores tradicionales en papel. El 30%
reconoce que lee más libros desde que utiliza el formato electrónico, de los
cuales se dividen los soportes en 42% en
computadora, 41% en eBook readers
(Kindles, Nooks), 29% en smartphones y 23% en tablets. A su vez, la gran mayoría
de los lectores digitales no utiliza uno solo de estos, sino varios, porque
cumplen propósitos diferentes.
Siguiendo
con los resultados de la evaluación del Pew, se comprobó que en la sociedad
americana se lee por el simple placer de leer, para estar actualizado, para
buscar información sobre temas de interés personal, o para hacer tareas
escolares. Para estos últimos dos usos, lo más común es recurrir a libros
digitales, ya que no es necesario leerlos completos para encontrar la
información necesaria para una tarea; y para encontrar información sobre
intereses personales, en algunos casos no es posible conseguir ediciones
físicas sobre todos los temas, pero, según palabras de Esteban Magnani, en
internet hay una heterogeneidad gracias a la que es posible encontrar
prácticamente cualquier tipo de información en la red sobre cualquier cosa,
buena o mala. Y si no existe, se la puede crear en muy poco tiempo.
Viendo la historia desde el punto de vista de la industria
del libro, las editoriales también han sufrido con el boom del libro digital,
ya que aunque no desaparecieron, sus ventas han disminuido considerablemente.
Por este motivo, en las últimas décadas ha habido una tendencia a la fusión de
industrias culturales en aglomerados económicos que buscan la rentabilidad
antes de difusión cultural. Las grandes editoriales no encuentran redituable el
publicar obras de autores poco conocidos, o de vanguardia, sino que buscan
aquellos trabajos que puedan convertirse en un best seller, del cual se pueden
derivar otros productos como películas o juegos.
La concentración de las editoriales clásicas en grupos empresariales manejados por gestores del entretenimiento masivo hace que se publiquen menos títulos (solo los de alta tirada) y elimina a los que se venden lento, aunque lleven años en catálogo, sean valorados por la crítica y tengan una salida constante.
La concentración de las editoriales clásicas en grupos empresariales manejados por gestores del entretenimiento masivo hace que se publiquen menos títulos (solo los de alta tirada) y elimina a los que se venden lento, aunque lleven años en catálogo, sean valorados por la crítica y tengan una salida constante.
Los nuevos dueños
exigen al mundo editorial libros que den tasas de ganancia semejantes a sus
negocios en televisión o electrónica. Sumado a esto, se tiende a editar menos
libros sobre ciencias y clásicos, y se apuntan las ventas a novelas juveniles y
libros de autoayuda. Las librerías diversifican sus productos para mantener su
negocio frente a la caída de las ventas de libros, sumando por ejemplo discos,
videos, videojuegos, revistas, papelería,
gadgets, juguetes, café, salas de juegos para niños, y demás. La promiscuidad
entre los campos no se debe solo a la reestructuración de los mercados y la
fusión de empresas procedentes de campos distintos. Es también el resultado del
proceso tecnológico de convergencia digital y de la formación de hábitos
culturales distintos en lectores que a su vez son espectadores e internautas.
A pesar de esta tendencia a la mercantilización de la
lectura, los autores poco reconocidos o emergentes todavía tienen un espacio en
el cual poder publicar sus obras en soportes físicos: las editoriales pequeñas,
auto gestionadas, independientes o alternativas. Estas tienen como
característica un prestigio cultural que las grandes editoriales han perdido. A
causa de ser pequeños emprendimientos, suelen apoyar proyectos culturales que
no lograrían ventas masivas, pero cuya calidad no está puesta en duda.
En conclusión, creo que es posible afirmar que tanto el
libro digital como el impreso seguirán existiendo en los próximos años,
cumpliendo funciones diferentes, pero no anulándose. En la llamada era digital,
el augurado predominio de la imagen por sobre el texto no se dio, ya que en
contraposición a la idea generalizada de que “ya no se lee”, se lee más que
nunca. Lo único que cambió fue el modo de leer.


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