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sábado, 16 de noviembre de 2013

El fin de la intimidad

Por Carla Buccheri


C
on la llegada de Internet y la incorporación de las Redes Sociales, se han inaugurado nuevas formas de ser y de participar en el espacio social. Nunca antes las personas hemos estado tan expuestas como ahora;  nuestra concepción acerca de  qué es lo “privado” y qué es lo “público” parece estar sujeta a un profundo cambio de paradigma sin que muchos lo hayan notado. No obstante, los debates ya están a la orden del día abriendo el paso a nuevos interrogantes: ¿Qué nos empuja a contar todo el tiempo lo que hacemos? ¿Deberíamos fijarnos un límite al exponer lo que antes denominábamos “vida íntima”? ¿Alguien podría tener interés en las menudencias personales que publicamos en forma deliberada?
Quizás existan algunas claves que nos permitan comprender mejor este fenómeno que día tras día va en aumento.

    Vidas “enredadas”
“En el pasado tú eras lo que tenías, ahora eres lo que compartes” Godfried Bogaard. Experto en redes sociales.

    Para quienes aún desconocen el término, las redes sociales son comunidades virtuales en las cuales es posible interactuar entre personas que ya se conocen o que desean conocerse. Estas plataformas suelen ofrecer a los usuarios distintos recursos –videos, fotos, imágenes-  y modos de organizar y sistematizar su información personal, académica o profesional. Actualmente existe un amplio espectro de redes, como pueden ser Facebook, Twitter, Linkedin, Youtube, Google +, Tagged, Myspace (…); y si hay algo que suele caracterizarlas son los cambios que éstas proponen a la hora de relacionarnos.
   Un buen ejemplo de ello lo constituye la popular red social Facebook  que en lo que va del 2013 ya lleva más de 1110 millones de usuarios registrados, con usos que van desde el activismo político y el abrazo de causas nobles, hasta la confección de  perfiles para inocentes y atormentadas mascotas. Si usted utiliza esta red a diario tendrá la oportunidad de conocer la capacidad “culinaria” de sus contactos, su álbum de vacaciones, conocer a sus hijos, y hasta ver fotos de eventos a los que jamás fue invitado. A estas características se le agrega un entramado complejo de relaciones personales en donde categorías como “cuñados”, “ex-parejas”, “profesores de la universidad”, “compañeros de trabajo” y “amigos” pueden convivir como si se tratara de una utopía de las relaciones sentimentales.
   Sin embargo, mientras tú los miras, ellos también te observan, pero eso no debería ser motivo de preocupación porque afortunadamente puedes construir una imagen ajena a tus vicios y a tus defectos y subir las fotos de tu mejor perfil, como un producto que  podría venderse y consumirse cada vez que alguien necesite satisfacer su curiosidad. Parece que nos hemos vuelto transparentes, pero probablemente, no lo suficiente como para mostrarnos tan auténticos.  
   En Facebook también podemos decir “me gusta” o “ya no me gusta”, pudiendo clasificar comentarios, información, fotos, personas y otros Sitios Web. Es un mundo cuyo peor tormento es que ignoren nuestro universo, que como si fuera poco suele ser nuestro mejor intento por representarnos a nosotros mismos.
   Todos estos fenómenos complejos modifican paulatinamente nuestra percepción acerca del concepto de “intimidad”, motivo por el cual el psiquiatra  Serge Tisseron, propone la utilización de nuevos términos, como la extimidad para referirse a los movimientos que nos llevan a ostentar una parte de nuestra vida íntima, tanto física como psicológica.
   Finalmente, a pesar de tanta ironía y exageración,  es innegable que las redes sociales pueden ser sumamente  útiles, entretenidas  y más que oportunas en algunas situaciones, pero para quienes opinan que pueden jugar a los “espías” y luego  bajarse del “tren” tecnológico cuando se le presenten ganas, estimo que no les será tan sencillo. Defender nuestro derecho a la  privacidad   y proteger nuestra “identidad digital” no depende simplemente de que nos demos un paseo por las “opciones de configuración”.
   Permanecer conectado y mantener en actualización permanente el flujo de nuestra información personal parece ser una condición indispensable en  todos los órdenes de la vida, como por ejemplo para acceder a buenos puestos de trabajo por medio de redes como LinkedIn que nos exigen detallar experiencias académicas y profesionales.
  Definitivamente, ante tanto despliegue y show de exhibicionismo, sólo queda resolver un interrogante: si alguien es dueño de semejante espectáculo.

  Redes monitoreadas
 “El Social Media elimina al intermediario, proveyendo a las marcas la oportunidad única de tener una relación directa                  con sus clientes"- Bryan Weiner. 

  A partir de estos cambios, hemos sido testigos de cómo muchos usuarios han trascendido el anonimato de la red para constituirse en figuras públicas a partir de comentarios o de videos subidos a Youtube, cuyo contenido llega a ser visto por millones de internautas. Otras veces, la combinación de las tecnologías permite registrar a las personas a través de los celulares y de las cámaras digitales haciéndolas entrar al mundo virtual sin su consentimiento. Una vez allí, el control sobre la difusión de su imagen, ha sido perdido por completo.

  Ante estas nuevas situaciones, a veces de ensueño, otras, de pesadilla, cabe preguntarse si la excesiva exposición nace naturalmente de nosotros o si nos es impuesta por medio de mensajes sutiles que imparten los medios de comunicación. Lo cierto es que hoy estamos ante un escenario donde toda nuestra información podría estar en riesgo, y estos riesgos pueden ir desde las malas intenciones de un compañerito de colegio y la presencia de delincuentes online, hasta el mero hecho de estar inmersos en un sistema sociotécnico que se basa en la obtención y procesamiento de datos personales como nunca hemos visto en la historia.

  Existe la posibilidad de construir perfiles de personas, grupos y relaciones sociales, que muchas veces son adquiridos por empresas exitosas para construir el perfil más importante de todos, el de los consumidores. En otros casos, detrás de estos intereses se esconde un estricto control social y político, tal como se evidenció a partir del caso de Edward Snowden. Según el ex técnico de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional norteamericana) existe un programa llamado PRISMA con el que se puede acceder a los servidores de nueve empresas de Internet para recabar información útil para tareas de Inteligencia. 

   Para Snowden cualquier analista en cualquier lugar puede tener a acceso a escuchas telefónicas o a información personal en distintas partes del mundo que van desde un presidente o un juez federal, a un ciudadano común. Aún así, nada parece amedrentarnos a la hora de abrir las puertas de nuestra esfera más íntima.

   Según la opinión de Aníbal Ford, se está dando un fenómeno de destrucción de la privacidad, donde la interactividad se ha transformado en un sistema de control en varios sentidos: “está el caso de Google, que pasó a China listados de opositores al gobierno, obtenidos a través de los e-mails, o sea, un e-mail tuyo puede estar siendo fichado en algún lado” Así, todo lo que verdaderamente nos importa se encuentra en la red: nuestros afectos, las fotos de los momentos más valiosos, nuestra cuenta bancaria, nuestras historias clínicas, nuestro consumo de tarjetas. Se trata de un perfil formalizado, pero que para Ford también puede contener errores “Como un caso de Canadá, donde a un hombre no lo dejaban donar sangre porque por su forma de consumo era propenso al sida, pero no porque tuviese sida, sino porque iría todas las noches al boliche, a tomar whisky y de ahí armaron el perfil”
  Tal como se advierte, la relación entre las nuevas tecnologías con la sociedad de control y vigilancia es muy fuerte. Sin embargo, aún seguimos sin ponerle límites a este influjo de información permanente.


  ¿Cuál es el límite?
“No digas nada en línea que no querrías que fuera expuesto en un anuncio panorámico con tu cara puesta en él". Erin                          Bury, Community Manager 

  Ahora ya sabemos que cada paso que damos en la red puede quedar registrado en algún lado y a disposición de alguien más. Hemos mudado nuestro universo personal a una “nube” virtual, donde cedemos el derecho más sobrevalorado en los últimos tiempos: el derecho a la propiedad. Las empresas negocian entre ellas y usufructúan con nuestra información, mientras nosotros la “regalamos” ingenuamente sin siquiera preguntarnos qué nos moviliza a dar tantos detalles de nuestra vida. Parece tratarse de un fenómeno sin retorno, que exige nuevas teorizaciónes y planteos respecto de los alcances que esto podría tener en las sociedades a nivel mundial.
   Según Héctor Schmucler, la apropiación estereotipada y masiva que hacemos de la tecnología está desprovista de toda inocencia. Esto es así, porque las tecnologías son parte de una construcción, aún cuando en apariencia parecerían ser neutrales y desprovistas de ideologías e intereses.  Al parecer existe una fuerza invisible que nos empuja a exhibirnos una y otra vez; las redes han dado una  “fiesta” a la que casi todos han asistido. No es bien visto quedarse fuera de tamaño evento.
   Para la mayoría, estas herramientas pueden ser entretenidas, facilitarnos la labor diaria, constituirse en un pasatiempo, mientras para otros son una obligación necesaria, una especie de imposición que puede dejarlos al margen de lo social. Somos libres, pero no tanto como para elegir no usarlas si pretendemos ocupar un puesto importante en una empresa, dar clases a un grupo de alumnos o ser populares en nuestro grupo de amigos.
   Hoy cada cosa que hacemos deja una huella que nos pasa desapercibida y que es casi imposible de “suprimir”. No basta con configurar la privacidad de las redes para garantizar el control total sobre los distintos aspectos de nuestra vida, es casi inevitable volvernos más públicos y en consecuencia, más permeables a la mirada de los demás. Pero vale reconocer, que la tecnología no tiene bondad ni maldad en sí misma; las consecuencias por incorporarla a nuestra vida están determinadas por las distintas formas en que nos apropiamos de ella y por el empeño que pongamos en reflexionar al respecto.
  Vivimos en tiempos paradójicos, en los que es posible conocer los aspectos más íntimos de seres que quizás ni se han percatado de nuestra presencia. Al final de cuentas,  no podemos distinguir si estamos presenciando los últimos suspiros de una “intimidad” en agonía, o si lo único que llegó a su fin, es nuestra forma de percibirla.


  Documental recomendado 

Víctimas de Facebook (Documental Odisea) 54 minutos.

"Facebook se ha convertido en la red social más exitosa del mundo con unos mil millones de usuarios. Está causando un cambio tan grande en la comunicación como en su día lo hicieron la imprenta o la televisión. Este documental presenta los peligros para los usuarios".




Bibliografía

-         CUETO, Roberto. “Pantallas depredadoras: el cine ante la cultura visual digital” España. Festival Nacional de Cine Gijon/ Ediuno (2007)
-         COMBA, Silvana/ TOLEDO, Edgardo. “Comunicación y periodismo: entrevistas sobre tecnologías, identidades, culturas. Buenos Aires. La Crujía (2011).
-         GARCÍA CANCLINI, Néstor “Lectores, espectadores e internautas”, Gedisa 2007.















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